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Desnudando fantasmas

Me encanta no ser disciplinada. No tener la costumbre de hacer lo que debo hacer porque debo hacerlo, y es que suena a risa el motivo. Por eso de repente estoy aquí escribiendo, con la torpeza de la falta de asiduidad y las ganas de una efímera ilusión. Porque lo hago por pura necesidad y no por obligación.

Déjame contarte que ha sido justo en el instante en que tras leer la miserable palabra mágica en un absurdo artículo, cuando ha vuelto como una pesadilla a generarse todo un carrete de película muda dentro de mi cabeza. Entrando por los ojos, recorriendo con violencia y desgarrando todo a su paso a través de mi cabeza, mi cerebro, mis más profundos pensamientos, y saliendo disparadas millones de recreaciones de imágenes inventadas hasta golpear en mi pecho fuertemente sin hallar rendija de salida alguna. Pero ha sido justo en ese instante, en el último y más doloroso golpe en mi pecho, cerca del corazón y dejándome sin respiración cuando ha llegado.

Se ha presentado envuelto en miseria, toda esa que antes ha recorrido mi ser sin permiso, y se ha permitido recordarme que existe gracias a mi y que de mi depende seguir viéndolo. Ha sido justo ahí, en ese momento.  Una pequeña explosión de luz, con un brillo similar al de una luciérnaga pero fugaz y certero como un disparo, ha entrado en mi la revelación más clara, la verdad en forma de abrazo espiritual, donde donde complementos agente y paciente soy yo misma. Me he abrazado y una voz susurrante proveniente del lugar donde proviene lo desconocido me ha dicho (ante la atónita mirada de mi odiado fantasma): "tranquila, tú no eres quien lo hizo, tú estás limpia de culpabilidad alguna. Descansa tu empatía y deshazte de ese fantasma que no te pertenece".

Acto seguido el fantasma se alzó sobre mi cabeza e hizo el mismo recorrido que supo hacer el carrete de película, sesgando a su paso los restos de carrete que quedaron enganchados por los recovecos de mi interior y culminando en un golpe certero y fuerte sobre mi pecho. Pero en esta ocasión el dolor era ínfimo y el fantasma si supo encontrar cabida hacia el exterior. Así fue como pudo plantarse frente a mi de nuevo, sin más envoltorio que la sensación de aire que dejaba al moverse, pero lo suficientemente visible para alguien que lo habia inventado y creado. Noté cómo me acariciaba con pena y felicidad al mismo tiempo. Luego, no sé muy bien qué pasó.  No sé si decir que se fue, o si seguía ahí pero yo ya no lo percibía, pues lo que recuerdo es el suspiro que exhalé, la tranquilidad que me invadió y la necesidad que se despertó en mi por escribir todo aquello.

Fui directa a mi blog y empecé  a escribir para no olvidarlo jamás...

By Jessik Bokis

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