Tenemos las 24 horas del día. Los 365 días del año. Los años que correspondan a acada uno. Todo este tiempo para… para NADA.
Acosándonos a diario el tiempo, con sus minutos de obligaciones, de cosas que se esperan de nosotros y de miedo, mucho MIEDO.
Vivir deprisa es una de las consecuencias. Casi no hay tiempo para conocerse a uno mismo. Normalmente vivimos todo lo rápido que podemos, porque nos convencen de que el tiempo corre y los objetivos tienen un tiempo limitado. Así un día, cansada de correr, cansada de vivir lo establecido, agotada tumbada boca arriba en la cama y con los ojos clavados en el techo, oscuro, pues es en la noche cuando todo se apaga, cuando queda algo de tiempo para ti.
Normalmente estarás cansada, tanto, que no habrá tiempo de nuevo. Pero pronto llega el día, te obligas a vivir unos minutos más; tu libro favorito, tu canción más intrigante, cualquier excusa es buena. Un día te empiezas a escuchar, un día tu mente empieza a buscar ahí donde te quedaste una vez. Ese lugar donde descansas desde hace tiempo, donde un día te sentaste para calmar las ilusiones (eran tan atosigantemente utópicas), dejando tiempo a la frenética fiebre vital.
Ese día donde dejaste, sin querer, en el suelo una caja llena de sueños, te encuentras con tu alter ego con la misma caja entre sus manos, mirándote tan fríamente que tragas saliva sin poder apartar tu mirada de sus ojos. Tú, que de repente notas que ves algo borroso, te das cuenta de que llevas todo este tiempo envuelta en una pequeña sábana, a través de la cual puedes ver, pero no lo suficientemente claro. Te habían hecho creer que era necesaria para sentirte a salvo, protegida del miedo de alguna falsa manera. Pero en ese momento, te llenas de odio pensando en todo lo que habrás dejado pasar por culpa de la dichosa sábana. Aún así no te la quitas, sólo te retiras el trozo que cubre tus ojos, pues necesitas mirarla a ella, tu alter ego, que empieza a sonreír con los ojos.
Se acerca lentamente a ti y con desconfianza de coge de las manos, te vuelve a entregar la caja. Tú no recordabas cómo era, ni lo que había dentro, pero tu alter ego te ayuda, empieza a sacar esos antiguos sueños uno por uno, te los muestra acompañados de una media sonrisa que encaja perfectamente con la que empiezas a esbozar tú inconscientemente.
Ahora es cuando todo cobra sentido. Ahora tu alter ego y tú os habéis fusionado. Ahora la prisa ya no importa. De repente el mundo ha cambiado, o quizás es la forma en que empiezas a mirarlo.
Si ir de prisa ya no importa, el miedo parece mucho más vulnerable.
Jessik Bokis
Comentarios
Publicar un comentario