Hace unas semanas estaba planeando la mejor forma de escribir lo que podría ser mi entrada más bella y más realista. Quizás podría haber sido un antes y un después en lo que respecta a mi expresividad. Cada día que me disponía a escribir, sentía que no estaba lo suficientemente preparada como para empezar a escribir la maravilla en la que me sentía inmersa. Nunca eran suficientes las palabras y la clarividencia que en esos momentos invocaba, y , por tanto, lo dejaba para el día siguiente. La historia se repetía, cual bucle vicioso, y nunca llegaba el momento.
Y nunca llegó. Llegaron otras cosas, o quizás este maldito momento, donde la falta de misericordia de esta vida maldita, me arrebata la paz que creía haber encontrado. Me la arrebata temporalmente, porque, claro está, no voy a permitirle hacer nada que rompa la magia que tanto tiempo me costó encontrar.
Pero son días grises, grises las ausencias, los miedos y la impotencia de no poder hacer nada más que esperar y “estar sin estar” para lograr que la luz no se vaya del todo. Porque la luz está en todas partes, en la vida, en los ojos, en el amor, en el tiempo… ¡bendita luz!
No quería que esto fuese escrito antes que la descripción de la “maravilla”, pero es necesario; pues cuando algo toma forma por escrito, de algún modo pierde el lugar tenebroso donde estaba empezando a hacer mella, y de algún modo todo aquello que enturbia la luz, pierde su fuerza y su poder destructivos. Por eso escribo, porque me gusta atraer a la luz y ayudarla a resurgir.
Algún día, no muy tarde, escribiré lo que deseo escribir. Va a ser tan bello que los mismos ángeles envidiarán eso que he conseguido disfrutar durante el más intenso y breve espacio de tiempo. Algún día, sin ánimo de que abandone su lugar predilecto, voy a dejar escrito el testimonio de las sensaciones más bellas jamás contadas. Pero, hoy no. No es el momento ahora. Ahora se me derrama la vida, de las manos, como si hubiera intentado retener el agua, y entiéndase con agua, la felicidad. Pero voy a conseguirlo, no voy a perder ni una gota, por mucho que cueste.
Ojalá, es lo único que puedo decir. Ojalá todo fuera menos duro, menos complicado, menos dañino y mucho más fácil. Ojalá la vida nos diera un respiro, no fuese tan cruel con los que menos lo merecen y nos diera algo de tregua con la que poder alargar los momentos de felicidad sin interrupciones ni tropiezos. Ojalá, y esto es nuestro, ojalá este sueño se me haga realidad.
Ojalá sea justo y bondadoso el tiempo. Ojalá mañana no sea otra cosa que eso que nos pueda hacer soñar.
Jessik Bokis
Tanto tiempo creyendo ser, creyendo estar caminando, tanta síntesis de lo absoluto, tanto freno en dos segundos. Tanta distracción perturbada, tanto alzar catedrales por ti, tanto pedestal sigiloso, tanto miedo por vivir. Y pasan los años, y pasan los miedos, y pasa el regalo de saber lo que quiero. He diseñado dioses en cuerpos de otros, he vislumbrado espejos y han acabado rotos, he localizado el horizonte más bello del mundo, pero la paz siempre está cuando cambio de rumbo. Ahí, donde me hallo quieta, Inmersa en mí y en mi “mundanidad”, Allí donde nada me aprieta, donde lo que amo siempre está por llegar. Ahí donde se mezclan los mares, donde se atisba el silencio, donde todo se hace porque así lo diseña mi verbo. Siento mucho el desorden, el de mis pasos errados, el de mis miedos alados, son las únicas alas que debí haber cortado. Pero me invade la felicidad, una absurda felicidad sin sentido, que me incita incluso a escribir sobre aquello que ya doy por perdido. De toda...
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