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Entradas populares de este blog

No soy

Tanto tiempo creyendo ser, creyendo estar caminando, tanta síntesis de lo absoluto, tanto freno en dos segundos. Tanta distracción perturbada, tanto alzar catedrales por ti, tanto pedestal sigiloso, tanto miedo por vivir. Y pasan los años, y pasan los miedos, y pasa el regalo de saber lo que quiero. He diseñado dioses en cuerpos de otros, he vislumbrado espejos y han acabado rotos, he localizado el horizonte más bello del mundo, pero la paz siempre está cuando cambio de rumbo. Ahí, donde me hallo quieta, Inmersa en mí y en mi “mundanidad”, Allí donde nada me aprieta, donde lo que amo siempre está por llegar. Ahí donde se mezclan los mares,  donde se atisba el silencio, donde todo se hace porque así  lo diseña mi verbo. Siento mucho el desorden, el de mis pasos errados, el de mis miedos alados, son las únicas alas que debí haber cortado. Pero me invade la felicidad, una absurda felicidad sin sentido, que me incita incluso a escribir sobre aquello que ya doy por perdido. De todas las per

La Dolania Americana se siente viva

Parece lo más efímero de la existencia y al mismo tiempo lo más perfecto. La Dolania Americana, cuya esperanza de vida ronda las 24 horas, me despierta tanta curiosidad como envidia. No estoy exagerando, pues es en lo más imperceptible, en aquello que desconocemos, donde habita la belleza más perfecta que existe. No niego que esté siendo tremendista, pues hay cosas poco envidiables en algo tan diminuto, efímero y “poco vistoso” si lo comparamos con una mariposa, ¿verdad?. Pero sólo hay que ir más allá para verlo. Como siempre digo, con los ojos de “humano” no lo verás. Lo primero que debo atender, es que ni si quiera a esta especie se le suele llamar por su nombre, pero forma parte de un conjunto de insectos denominados “efímeras”, y a mi ya esa palabra me tiene enamorada desde que la descubrí. Digo descubrir, porque odio eso de “aprender”, me da igual si alguien me ayuda a conocer algo y luego yo lo aprendo, prefiero llamarlo “descubrir” pues es lo que a mi existencia le pasa

“La historia ya no se escribe”

Se escondió otra vez. Solía salir a caminar todas las mañanas, bajo la arboleda que dibujaba manchas en su piel y ropaje que le recordaban a uno de sus animales favoritos. No os voy a decir cuál. Se escondió esta vez. Cuando antes era toda música y canciones bajo la colada de sus vecinos, los murciélagos (o así solía llamarlos a menudo). Ella diferenciaba a cada tipo de individuo comparándolo con un animal, pero sus vecinos, en concreto, coincidían en ser murciélagos. No os voy a decir por qué. Se escondió deprisa. Tenía miedo, de ese miedo al que antes ha precedido el ingenuo temor; miedo de las ascuas, del polvo que levantan los pasos, de las huellas olvidadas de los caminos, de las sombras que no abrigan, del propio miedo y de ella misma. Tenía también muchas ganas, pero no os voy a decir de qué. Se escondió. Ya nadie la veía. Los murciélagos la buscaban por todos lados, algunos lloraban deseosos de poder escuchar su dulce voz cantar de nuevo; si ella supiera que a pesar de estar ca