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No soy

Tanto tiempo creyendo ser, creyendo estar caminando, tanta síntesis de lo absoluto, tanto freno en dos segundos. Tanta distracción perturbada, tanto alzar catedrales por ti, tanto pedestal sigiloso, tanto miedo por vivir. Y pasan los años, y pasan los miedos, y pasa el regalo de saber lo que quiero. He diseñado dioses en cuerpos de otros, he vislumbrado espejos y han acabado rotos, he localizado el horizonte más bello del mundo, pero la paz siempre está cuando cambio de rumbo. Ahí, donde me hallo quieta, Inmersa en mí y en mi “mundanidad”, Allí donde nada me aprieta, donde lo que amo siempre está por llegar. Ahí donde se mezclan los mares,  donde se atisba el silencio, donde todo se hace porque así  lo diseña mi verbo. Siento mucho el desorden, el de mis pasos errados, el de mis miedos alados, son las únicas alas que debí haber cortado. Pero me invade la felicidad, una absurda felicidad sin sentido, que me incita incluso a escribir sobre aquello que ya doy por perdido. De todas las per
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Lo que esperas y lo que es.

 ¿Te imaginas que de repente aquello que más temes o que sospechabas, descubres que es realidad? Hay quienes dicen que es provocado por nosotros mismos, otros dicen que es que vivimos la mayoría del tiempo con los ojos tapados, y luego están quienes dicen que esto solo son casos aislados. La verdad es que el suceso en sí no es lo importante, lo importante es cómo “te impacta”. Vamos por la vida deseando, protegiendo y cuidando las cosas creyendo que van a ser eternas, las amamos, las moldeamos, incluso a veces las intentamos adaptar a nosotros para sufrir menos, pero… ¿ahora qué? Imagina que todo el esfuerzo, todo el tiempo empleado, los sueños, las ilusiones, los propósitos… todo era una mentira. Pero no porque lo fuese el hecho en sí, que ha seguido su rumbo natural y predecible a que fuese impermanente, sino todo eso que creaste en tu cabeza con significados eternos y promesas basadas en palabras. Todo eso fue solo cosa tuya, y el hecho en sí, sólo ha sucedido porque tenía que suced

La lluvia se lo llevará todo.

Llueve desde anoche. No cesa. Parece que estuviese vaticinando un acontecimiento irrevocable. Algo que ha de pasar. Estuve hablando sobre ser felices. Sin duda, hoy he vuelto a recordarme que esa es mi meta. Ese es mi único objetivo. Serlo, pero no algún día, no en un futuro lejano, ni siquiera cercano; todo eso sólo está sustentando en cosas irreales que aún ni siquiera existen, si sabremos a ciencia cierta si existirán. No quiero una felicidad que espera que ocurra algo para poder existir. No quiero que mi bendita imaginación, mi capacidad maravillosa de crear mundos perfectos siga engañándome. Quiero ser feliz AHORA. Quiero ser feliz con lo que tengo ahora, con la realidad que me rodea, con las cosas de mi día a día. Es ahora o nunca el único momento en que vamos a ser felices. Al menos es ahora cuando podemos disfrutarlo y ser conscientes de ello. El futuro son sólo ideas, el pasado ya se nos escapó. Es ahora, el único momento en que deseo felicidad, en cada segundo que me acaricie

Se me derrama la vida.

Hace unas semanas estaba planeando la mejor forma de escribir lo que podría ser mi entrada más bella y más realista. Quizás podría haber sido un antes y un después en lo que respecta a mi expresividad. Cada día que me disponía a escribir, sentía que no estaba lo suficientemente preparada como para empezar a escribir la maravilla en la que me sentía inmersa. Nunca eran suficientes las palabras y la clarividencia que en esos momentos invocaba, y , por tanto, lo dejaba para el día siguiente. La historia se repetía, cual bucle vicioso, y nunca llegaba el momento. Y nunca llegó. Llegaron otras cosas, o quizás este maldito momento, donde la falta de misericordia de esta vida maldita, me arrebata la paz que creía haber encontrado. Me la arrebata temporalmente, porque, claro está, no voy a permitirle hacer nada que rompa la magia que tanto tiempo me costó encontrar. Pero son días grises, grises las ausencias, los miedos y la impotencia de no poder hacer nada más que esperar y “estar sin

Suena extraño y fugaz

No he podido resistirme a usar de nuevo el silencio de esta cómoda estancia para desprenderme de otra de esas piedrecitas que se quedan en mi mente. Podría haberla situado en mi bolsillo, pero las que se quedan ahí, normalmente, son fáciles de abandonar. Pero esta piedrecita es de las otras, de las que no sabes cómo han llegado hasta ahí. No sabes si en algún momento respiraste tan hondo que saltó del suelo a tu boca, y debido a su diminuto tamaño, no notaste cómo se te colaba desde la garganta hasta su ubicación actual en apenas un pestañeo. Me dejo de imágenes, para expresar lo acontecido, con más imágenes claro está: Un día cualquiera, haciendo cosas cualquier con gente cualquiera, entré a un sitio cualquiera. En el acto más sencillo y mundano, cosa de barras y gin-tonics, de camareras y bolas de billar, me secuestró una mirada. Entiendo el cariz extremadamente romántico que podéis atribuir a esto, y sí, puede que lo tenga y sea exagerado, o no. Pero es la primera vez que algo así

“La historia ya no se escribe”

Se escondió otra vez. Solía salir a caminar todas las mañanas, bajo la arboleda que dibujaba manchas en su piel y ropaje que le recordaban a uno de sus animales favoritos. No os voy a decir cuál. Se escondió esta vez. Cuando antes era toda música y canciones bajo la colada de sus vecinos, los murciélagos (o así solía llamarlos a menudo). Ella diferenciaba a cada tipo de individuo comparándolo con un animal, pero sus vecinos, en concreto, coincidían en ser murciélagos. No os voy a decir por qué. Se escondió deprisa. Tenía miedo, de ese miedo al que antes ha precedido el ingenuo temor; miedo de las ascuas, del polvo que levantan los pasos, de las huellas olvidadas de los caminos, de las sombras que no abrigan, del propio miedo y de ella misma. Tenía también muchas ganas, pero no os voy a decir de qué. Se escondió. Ya nadie la veía. Los murciélagos la buscaban por todos lados, algunos lloraban deseosos de poder escuchar su dulce voz cantar de nuevo; si ella supiera que a pesar de estar ca

No puedo hablar

Puede parecer irónico, pero ayer estaba alabando voz. Anoche no dejaba de regalarme el sonido de su voz como quien sabe que con las cáscaras de altramuces otros encontrarán la gloria. Lo sabía, y luego yo se lo hice saber. Temí que dejara de hacerlo, por vergüenza, por timidez, pues quizás nadie le dejó claro nunca que poseía algo tan bello. Pero tras un poco de titubeo, volvió a dármela. No me lo podía creer, era algo tan sencillo y me llenaba tanto… Hoy yo estoy sin voz. ¡Parece un chiste!. He amanecido en un estado en el que parece que mi garganta hubiera batallado en algún tipo de guerra de insultos o palabrería barata donde moría el que antes callara. Pero no fue así, y ahora todo parece una broma. Pero creo que es algo más. Necesitaba estar en silencio, hacer todas esas cosas que sólo puedes hacer cuando estás en silencio, y vivir en una especie de burbuja completamente aislada durante un día para poder recuperar tu salud y tu dignidad. Me gusta el silencio y casi lo había olvid