Qué más da el momento, la situación o la ocasión pretenciosa que te haga reaccionar. De reacciones y de no reacciones vengo a aquí a teclear y olvidarme mientras me concentro en pulsar correctamente lo que me tiene en un estado de letargo absoluto.
A veces he pensando en que bastaría con tener un botón… pulsarlo y eliminar, conseguir o paralizar aquello que te inquieta. ¿Un botón o un amigo?…¡qué gran dilema!, porque yo no me atrevería a comparar ambos “recursos”, y lo estoy haciendo. Porque preferiría, como mi cobardía me enseñó, la primera opción y descartar la segunda para siempre.
“¿Por qué no te dejas salvar?”, retumba como un martillo en mi cabeza, mis oídos y en mi pensamiento… maldito el día que se te ocurrió decirme eso. Ahora además de no haber reaccionado, me atosigo con la maldita frase, que (muy a mi pesar) goza de toda la verdad y la razón del mundo. El absurdo de ser consciente de esto y no reaccionar ya forma parte de mi estupidez.
Podría aferrarme a la primera mano que apareció, y tras ella muchas otras… y yo no hago otra cosa que pedir perdón por dentro y dar las gracias por fuera. Y nada más. Ahí queda todo. Lo siento.
Necesitaba escribirlo.
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