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En demasía

Motivos varios me llevan aquí de nuevo.

No hay síntomas de vejez.

No hay miedo en la cartera.

No hay sonrisas perpetuas.

No hay restos de alquimia contra la pasión.

No hay vestigios de un hogar vertiginoso.

No hay suficiente silencio que callar.

No hay nada de teatro entre las lágrimas.

No palabra que calle tanto dolor.

No hay dolor que ensucie tanto amor.

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“La historia ya no se escribe”

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Se me derrama la vida.

Hace unas semanas estaba planeando la mejor forma de escribir lo que podría ser mi entrada más bella y más realista. Quizás podría haber sido un antes y un después en lo que respecta a mi expresividad. Cada día que me disponía a escribir, sentía que no estaba lo suficientemente preparada como para empezar a escribir la maravilla en la que me sentía inmersa. Nunca eran suficientes las palabras y la clarividencia que en esos momentos invocaba, y , por tanto, lo dejaba para el día siguiente. La historia se repetía, cual bucle vicioso, y nunca llegaba el momento. Y nunca llegó. Llegaron otras cosas, o quizás este maldito momento, donde la falta de misericordia de esta vida maldita, me arrebata la paz que creía haber encontrado. Me la arrebata temporalmente, porque, claro está, no voy a permitirle hacer nada que rompa la magia que tanto tiempo me costó encontrar. Pero son días grises, grises las ausencias, los miedos y la impotencia de no poder hacer nada más que esperar y “estar sin